SEGURIDAD EN INSTALACIONES ELÉCTRICAS
INTRODUCCIÓN
La electricidad es peligrosa. Puede decirse que es tanto
más peligrosa en cuanto que no es habitualmente perceptible por
nuestros sentidos, ya que:
- No tiene olor, solamente el ozono engendrado por el
arco eléctrico en el aire, es perceptible al olfato.
- No puede ser detectada por la vista, de manera que
un conductor sometido a tensión no puede distinguirse de un conductor
fuera de tensión.
- No se aprecia generalmente al oído, solamente
un ruido característico comparable al zumbido de un enjambre de
abejas puede ser percibido en las líneas de muy alta tensión.
El fluido eléctrico se manifiesta en diversas
formas físicas que pueden ser origen de daño si se encuentra
la persona en su camino en sus proximidades. La electrización está
constituida por las distintas manifestaciones fisiológicas y patológicas
debidas al paso de la corriente eléctrica por el cuerpo humano.
La electrocución, en cambio, es sólo un subconjunto del
grupo anterior ya que designa exclusivamente los casos de parada cardiorrespiratoria.
Si el cuerpo fuera un aislante casi perfecto, como el
vidrio, no tendríamos nada que temer de la corriente eléctrica,
pero no es aislante. Tampoco es buen conductor. El cuerpo es un circuito
complejo cuyas características conductoras difieren no sólo
de un individuo a otro, sino sobre todo en función de las condiciones
del contacto. La gravedad de la electrización será diferente
según la superficie de contacto, su humedad y la presión
con el conductor, entre otras circunstancias.
Las instalaciones, aparatos y equipos eléctricos
tienen habitualmente incorporados diversos sistemas de protección
contra riesgos producidos por la corriente. Pero aunque estos sistemas
sean muy adecuados, no son suficientes para la protección total
del trabajador. Para realizar trabajos y maniobras en instalaciones o
equipos deben observarse además unas determinadas normas de seguridad,
y sobre todo, conocer el medio en el que se trabaja.